lunes, 11 de julio de 2016

RESUMEN Y ANOTACIONES A PRÓLOGO DE EDUARDO SANTOS AL LIBRO DE INDALECIO LIÉVANO AGUIRRE TITULADO: «RAFAEL NÚÑEZ»[1]

Eduardo Santos le aceptó a Indalecio Liévano Aguirre (ILA) prologar su libro «Rafael Núñez», el cual entrega a los dos meses después sin un estudio reposado al joven de 25 años, incorporando en ese prólogo una serie de excusas como:
«Viajes imprevistos», «hondas crisis políticas todavía más imprevistas», y termina confesando son apenas unas «líneas apresuradas» al trabajo serio del joven, y busca congraciarse al felicitar al autor del libro por su primera salida al campo de la crítica histórica.
Luego de su confesada desatención a renglón seguido expresa que le preocupa el que las nuevas generaciones muestren poca voluntad para el «arduo empeño», afición a las «cosas superficiales y transitorias», de las que , agrega Santos «Indalecio se alejó»
Lamenta la inclinación del esfuerzo de «pequeña penetración» investigativa, en el «breve artículo improvisado y discurso aún menos improvisado», mientras a Indalecio Liévano Aguirre lo ubica desviado de esa práctica, al ahondar interpretaciones históricas y publicarlas.

Un prólogo que analiza lo personal y elude la vida social del país

Una tarea reflexiva, paciente que impone una ardua labor, muestra cómo Liévano ha desechado esos caminos fáciles, noble y audaz ambición ha lanzado un libro a la representación de vigorosas ideas nuevas y a enfrentar la crítica tempestuosa o vengativa.
Analiza desde la óptica liberal medio siglo que juzga al hombre más discutido y más aborrecido en las filas del liberalismo, con sentido literario, que «como escritor nato» evita el escollo de la «erudición excesiva» y la «retórica aparatosa»
Basado en los documentos oficiales, que van marcando la evolución del estadista Rafael Núñez, según Liévano, hechos públicos, características psicológicas que perspicazmente analiza en su poesía, de hombre privado y público, donde el estadista supera la abstracta pasión literaria.
La pasión de Núñez acervada por sus sentimientos y situaciones presentadas en lo más árido de la vida pública, descuidado como escritor, ajeno a los primores del estilo, usaba la poesía como expresión de su pasión volcánica.
El verso para él fue un grito de su temperamento en el amor, ambición, amargura y torturante vida pública, sus memorias nunca las escribió, pero su poesía comenta su vida y su acción.
Rafael Núñez
Círculos del Liberalismo Radical
Doctrinario
Pensador político
Organizador de las Instituciones
Pasión en marcha humana
(influenciada por todas las cosas grandes y pequeñas que afectan la vida de los hombres
Nunca lo comprendieron así y lo combatieron, priorizaron la agresión a la persona misma de Núñez
Despertaron en él así todos sus ímpetus de combate, de sentimientos de venganza
Descuidaron demasiado las ideas del político y en cuanto en ellas había de fecundo y realista
Se empeñaron en combatir a un hombre que resultó más peligroso cuanto más acosado
ILA inicia una reconsideración-rectificación a como se ha juzgado a Núñez desde su historia política-economía política del Siglo XIX, modificando conceptos aparecidos como evidentes, donde el interés de los partidos políticos se guiaban por apariencias que desfiguran la historia.
ILA presenta una interpretación distinta de la Administración de José Hilario López e iniciación del Gobierno del General Obando, critica –censura por razones y motivos liberales– a quienes eran exponentes del liberalismo en muchas de sus orientaciones y campañas.
Al padre de la Regeneración: Indalecio Liévano Aguirre quiere censurarle –por motivos y razones liberales– muchas orientaciones y campañas de quienes figuraban como exponentes del liberalismo, a lo que Eduardo Santos retoma su apreciación de Núñez y manifiesta:
¡Cuántas veces en la historia las apariencias resultan totalmente opuestas a las realidades y los hombres aparecen obrando a la sombra de banderas fervorosamente agitadas en forma contraria a lo que esas banderas deberían significar! Los acontecimientos, como las indomables corrientes marinas, suelen muchas veces llevar a los hombres a lugares y situaciones que no figuran en su itinerario y no es raro el caso de que ni siquiera se den cuenta clara de ello. Es la posteridad inteligente la llamada a establecer la verdad y a explicar lo que nunca muchas veces parecía inexplicable.[2]
La trágica equivocación de los radicales ocurrida entre 1876-1886, a pesar de sus excelsas cualidades morales, pero adolecían de un fanatismo y de una intransigencia que a todos los colombianos nos costó caro, es la apreciación manifestada por Santos.
Cuando Núñez preconizaba reformas –anheladas por la población– los Radicales rechazaban lo que viniera de su enemigo, así fueran propuestas de conciliación y acuerdo fundamentalmente vinculado a la política liberal desde programas reformistas buscando el concurso de sus antiguos copartidarios.
Se repetía aquella historia, cuando el Libertador en sus últimos días decía: «El no habernos compuesto con Santander nos ha perdido a todos», iluminaba así los hechos políticos de los últimos días de la Gran Colombia.
Núñez entendió que de continuar la Federación daría al traste con la República y las Instituciones creadas para contener impulsos cesáreos del general Mosquera configuraban un Régimen de desorden que contrariaban los deseos de vida regular y progresista del país.
Muchas de las páginas de la reforma política correspondían a las necesidades de las realidades oligárquicas, percibidas desde el vigor intelectual y comprensión correspondiente de Núñez, y esas reformas deberían ser conducidas e implementadas por quien las representaba.

¿Qué pasa cuando de la controversia política se pasa a la venganza personal?

A la comprensión de la validez que pudieran tener las reformas de Núñez respondieron el fanatismo Radical, la fuerza de los hechos –armas, acusaciones por traición al liberalismo–, del temperamento del ofendido trajo las consecuencias desafortunadas y conocidas históricamente.
Los conservadores llenaron con astucia política el espacio dejado por el Radicalismo Liberal, Según Santos, con los señores Caro, «pensador de hondísima raigambre» y Carlos Holguín, que llevaron al hombre de El Cabrero a unas playas de recia urdimbre reaccionaria.


«…como era un hombre de tormentosas pasiones y no un frío estadista enamorado de unas cuantas ideas generales… esas pasiones lo llevaron a extremos que él mismo no había previsto y contra las cuales ya no quería o no podía reaccionar»[3]
El afán de Núñez por superar lo que consideró persecución a la Iglesia hizo favorecer una Institucionalidad de conservadores y nacionalistas, despótica, teocracia e inquisidora que profundizó el oscurantismo en el país, desde una Regeneración excluyente y sectaria.
Situación que condujo a la «Guerra de los Mil Días», impuesta por el régimen terrateniente, clerical que reprimía rabiosamente cualquier progreso ideológico en Colombia, por eso la «algarabía anterior –1863-1884– fuera sometida con la ley del silencio –1886-1899–»[4]
El señor Santos elude mencionar que la guerra de los Mil Días impuesta por un Estado teocrático, excluyente, discriminador, entregó un departamento (Panamá) a Estados Unidos de Norteamérica para birlar la competencia política del «liberalismo radical», pero arguye:
[Él]… conoció el error y la amargura de lo que Montalembert llamaba «triunfar demasiado» que otros más reciamente doctrinarios que él… aprovecharon de su victoria y lo llevaron de un exceso a otro exceso y de los errores del libertinaje y del sectarismo a los errores del sectarismo y de la reacción autoritaria.
«Que sea atendida esta invitación juvenil al análisis documentado de nuestra historia política es el deseo que formulo, al saludar en Indalecio Liévano Aguirre a una de las mejores promesas de las nuevas inteligencias colombianas»[5], así cierra su prólogo.

Para qué traer a cuento el prólogo de Eduardo Santos

La Constitución de 1863 fue la del Olimpo Radical y la Constitución de 1886 enterró la ideología liberal, en 1930 triunfó un liberalismo, pero éste había dejado de ser radical, pues se había mimetizado esgrimiendo la ortodoxia conservadora y clerical.
La idea de los nacionalistas aupada por Núñez se fue consolidando a través de las distintas administraciones Nacionales del país, como en la denominada violencia liberal-conservadora (1984-1953), donde se despojaron 350.000 hectáreas de tierras al campesinado.
Como la violencia liberal-conservadora era alimentada por los compadres Laureano Gómez y Alfonso López Pumarejo pero nunca se afectaron intereses de uno u otro, permitió que en España se volviera a configurar el partido Nacional, más conocido como Frente Nacional.
Partido que se consolida luego de la Constitución de 1991 con el Gobierno de la Unidad Nacional y una supuesta «Prosperidad para Todos», para los que están por el saqueo del país, la destrucción de la producción y soberanía Nacionales.



Comenzamos un debate histórico desde esta evaluación del prólogo de Eduardo Santos, o sometimiento ideológico liberal a intereses de la clase terrateniente en sus Gobiernos (1930-1946) donde su pragmatismo significó la conformación de una «institucionalidad oligárquica liberal-conservadora» aun vigente.



[1] Prólogo de Eduardo Santos al libro de Indalecio Liévano Aguirre (1944-VIII-12): «Rafael Núñez» Impreso (1973-V-29) en los talleres de «Legislación Económica Ltda.», 3ª Edición de la obra, publicada en 1946. Sin especificar lugar de la Edición.
[2] Ibídem
[3] Ibíd
[4] A.
[5] A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario