RESUMEN Y ANOTACIONES A PRÓLOGO DE EDUARDO SANTOS
AL LIBRO DE INDALECIO LIÉVANO AGUIRRE TITULADO: «RAFAEL NÚÑEZ»[1]
Eduardo Santos le aceptó a Indalecio
Liévano Aguirre (ILA) prologar su libro «Rafael Núñez», el cual entrega a los dos
meses después sin un estudio reposado al joven de 25 años, incorporando en ese prólogo
una serie de excusas como:
«Viajes imprevistos», «hondas
crisis políticas todavía más imprevistas», y termina confesando son apenas unas
«líneas apresuradas» al trabajo serio del joven, y busca congraciarse al
felicitar al autor del libro por su primera salida al campo de la crítica
histórica.
Luego de su confesada desatención
a renglón seguido expresa que le preocupa el que las nuevas generaciones muestren
poca voluntad para el «arduo empeño», afición a las «cosas superficiales y
transitorias», de las que , agrega Santos «Indalecio se alejó»
Lamenta la inclinación del
esfuerzo de «pequeña penetración» investigativa, en el «breve artículo
improvisado y discurso aún menos improvisado», mientras a Indalecio Liévano
Aguirre lo ubica desviado de esa práctica, al ahondar interpretaciones
históricas y publicarlas.
Un prólogo que analiza lo
personal y elude la vida social del país
Una tarea reflexiva,
paciente que impone una ardua labor, muestra cómo Liévano ha desechado esos
caminos fáciles, noble y audaz ambición ha lanzado un libro a la representación
de vigorosas ideas nuevas y a enfrentar la crítica tempestuosa o vengativa.
Analiza desde la óptica
liberal medio siglo que juzga al hombre más discutido y más aborrecido en las
filas del liberalismo, con sentido literario, que «como escritor nato» evita el
escollo de la «erudición excesiva» y la «retórica aparatosa»
Basado en los documentos
oficiales, que van marcando la evolución del estadista Rafael Núñez, según
Liévano, hechos públicos, características psicológicas que perspicazmente analiza
en su poesía, de hombre privado y público, donde el estadista supera la
abstracta pasión literaria.
La pasión de Núñez acervada
por sus sentimientos y situaciones presentadas en lo más árido de la vida
pública, descuidado como escritor, ajeno a los primores del estilo, usaba la
poesía como expresión de su pasión volcánica.
El verso para él fue un
grito de su temperamento en el amor, ambición, amargura y torturante vida
pública, sus memorias nunca las escribió, pero su poesía comenta su vida y su
acción.
Rafael Núñez
|
Círculos del Liberalismo
Radical
|
Doctrinario
Pensador
político
Organizador
de las Instituciones
Pasión
en marcha humana
(influenciada
por todas las cosas grandes y pequeñas que afectan la vida de los hombres
|
Nunca
lo comprendieron así y lo combatieron, priorizaron la agresión a la persona
misma de Núñez
Despertaron
en él así todos sus ímpetus de combate, de sentimientos de venganza
Descuidaron
demasiado las ideas del político y en cuanto en ellas había de fecundo y
realista
Se
empeñaron en combatir a un hombre que resultó más peligroso cuanto más
acosado
|
ILA
inicia una reconsideración-rectificación a como se ha juzgado a Núñez desde su
historia política-economía política del Siglo XIX, modificando conceptos
aparecidos como evidentes, donde el interés de los partidos políticos se
guiaban por apariencias que desfiguran la historia.
ILA
presenta una interpretación distinta de la Administración de José Hilario López
e iniciación del Gobierno del General Obando, critica –censura por razones y
motivos liberales– a quienes eran exponentes del liberalismo en muchas de sus
orientaciones y campañas.
Al
padre de la Regeneración: Indalecio Liévano Aguirre quiere censurarle –por
motivos y razones liberales– muchas orientaciones y campañas de quienes
figuraban como exponentes del liberalismo, a lo que Eduardo Santos retoma su
apreciación de Núñez y manifiesta:
¡Cuántas veces en la
historia las apariencias resultan totalmente opuestas a las realidades y los
hombres aparecen obrando a la sombra de banderas fervorosamente agitadas en
forma contraria a lo que esas banderas deberían significar! Los
acontecimientos, como las indomables corrientes marinas, suelen muchas veces llevar
a los hombres a lugares y situaciones que no figuran en su itinerario y no es
raro el caso de que ni siquiera se den cuenta clara de ello. Es la posteridad
inteligente la llamada a establecer la verdad y a explicar lo que nunca muchas
veces parecía inexplicable.[2]
La
trágica equivocación de los radicales ocurrida entre 1876-1886, a pesar de sus
excelsas cualidades morales, pero adolecían de un fanatismo y de una
intransigencia que a todos los colombianos nos costó caro, es la apreciación
manifestada por Santos.
Cuando
Núñez preconizaba reformas –anheladas por la población– los Radicales rechazaban
lo que viniera de su enemigo, así fueran propuestas de conciliación y acuerdo
fundamentalmente vinculado a la política liberal desde programas reformistas buscando
el concurso de sus antiguos copartidarios.
Se
repetía aquella historia, cuando el Libertador en sus últimos días decía: «El
no habernos compuesto con Santander nos ha perdido a todos», iluminaba así los
hechos políticos de los últimos días de la Gran Colombia.
Núñez
entendió que de continuar la Federación daría al traste con la República y las
Instituciones creadas para contener impulsos cesáreos del general Mosquera
configuraban un Régimen de desorden que contrariaban los deseos de vida regular
y progresista del país.
Muchas
de las páginas de la reforma política correspondían a las necesidades de las
realidades oligárquicas, percibidas desde el vigor intelectual y comprensión
correspondiente de Núñez, y esas reformas deberían ser conducidas e
implementadas por quien las representaba.
¿Qué pasa cuando de la
controversia política se pasa a la venganza personal?
A la comprensión de la
validez que pudieran tener las reformas de Núñez respondieron el fanatismo
Radical, la fuerza de los hechos –armas, acusaciones por traición al
liberalismo–, del temperamento del ofendido trajo las consecuencias desafortunadas
y conocidas históricamente.
Los
conservadores llenaron con astucia política el espacio dejado por el
Radicalismo Liberal, Según Santos, con los señores Caro, «pensador de hondísima
raigambre» y Carlos Holguín, que llevaron al hombre de El Cabrero a unas playas
de recia urdimbre reaccionaria.
«…como
era un hombre de tormentosas pasiones y no un frío estadista enamorado de unas
cuantas ideas generales… esas pasiones lo llevaron a extremos que él mismo no
había previsto y contra las cuales ya no quería o no podía reaccionar»[3]
El
afán de Núñez por superar lo que consideró persecución a la Iglesia hizo
favorecer una Institucionalidad de conservadores y nacionalistas, despótica,
teocracia e inquisidora que profundizó el oscurantismo en el país, desde una
Regeneración excluyente y sectaria.
Situación
que condujo a la «Guerra de los Mil Días», impuesta por el régimen
terrateniente, clerical que reprimía rabiosamente cualquier progreso ideológico
en Colombia, por eso la «algarabía anterior –1863-1884– fuera sometida con la
ley del silencio –1886-1899–»[4]
El
señor Santos elude mencionar que la guerra de los Mil Días impuesta por un Estado
teocrático, excluyente, discriminador, entregó un departamento (Panamá) a
Estados Unidos de Norteamérica para birlar la competencia política del
«liberalismo radical», pero arguye:
[Él]… conoció el error y la amargura de lo que
Montalembert llamaba «triunfar demasiado» que otros más reciamente doctrinarios
que él… aprovecharon de su victoria y lo llevaron de un exceso a otro exceso y
de los errores del libertinaje y del sectarismo a los errores del sectarismo y
de la reacción autoritaria.
«Que
sea atendida esta invitación juvenil al análisis documentado de nuestra
historia política es el deseo que formulo, al saludar en Indalecio Liévano
Aguirre a una de las mejores promesas de las nuevas inteligencias colombianas»[5], así
cierra su prólogo.
Para qué traer a cuento el
prólogo de Eduardo Santos
La
Constitución de 1863 fue la del Olimpo Radical y la Constitución de 1886
enterró la ideología liberal, en 1930 triunfó un liberalismo, pero éste había
dejado de ser radical, pues se había mimetizado esgrimiendo la ortodoxia
conservadora y clerical.
La
idea de los nacionalistas aupada por Núñez se fue consolidando a través de las
distintas administraciones Nacionales del país, como en la denominada violencia
liberal-conservadora (1984-1953), donde se despojaron 350.000 hectáreas de tierras
al campesinado.
Como
la violencia liberal-conservadora era alimentada por los compadres Laureano
Gómez y Alfonso López Pumarejo pero nunca se afectaron intereses de uno u otro,
permitió que en España se volviera a configurar el partido Nacional, más
conocido como Frente Nacional.
Partido
que se consolida luego de la Constitución de 1991 con el Gobierno de la Unidad
Nacional y una supuesta «Prosperidad para Todos», para los que están por el
saqueo del país, la destrucción de la producción y soberanía Nacionales.
|
Comenzamos un
debate histórico desde esta evaluación del prólogo de Eduardo Santos, o sometimiento
ideológico liberal a intereses de la clase terrateniente en sus Gobiernos
(1930-1946) donde su pragmatismo significó la conformación de una
«institucionalidad oligárquica liberal-conservadora» aun vigente.
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